16 ago 2010

6. Ni comprometida, ni casada, ni siquiera divorciada...

6.
Conocí al doctor Juan Ignacio el día de los enamorados, cuando llegué a su sanatorio en busca de manos que supieran suturar un dedo herido. De pronto apareció él, vestido con un ambo celeste que resaltaba su piel bronceada... Fue un flechazo directo a mi corazón.
Por cuestiones de la vida o por casualidad -tal vez Mala Suerte no estaba conmigo ese día- nos volvimos a encontrar y compartimos un café. Hubiese disfrutado de la charla si no hubiera recordado cada tres minutos cuán despeinada estaba. Finalmente intercambiamos mails y teléfonos.

Seguimos en contacto desde ese momento... Aunque virtualmente, porque él viajó fuera de provincia días más tarde debido a su trabajo. Tenemos pendiente un encuentro real, que espero se concrete pronto. Mientras me contento con recibir sus llamadas y mensajes porque eso de chatear no es para mí.

Mi corazón se acelera cada vez que recibo noticias suyas. Y a pesar de saber que está lejos: combino mi ropa antes de salir a la calle, procuro tener buen aliento las veinticuatro horas del día (inclusive duermo con un chicle en la boca), me perfumo y peino mi melena cada media hora, corrijo mi postura cada vez que advierto que estoy desgarbada y me depilo el bigote estilo Cantinflas que aparece regularmente por encima de la comisura de mis labios.

Pero por sobre todas las cosas: estoy a dieta estricta. Purgo una condena que me somete a sellar la boca y a sufrir la abstinencia de carbohidratos ¡Malditos carbohidratos! La misión balanza reducida merece un capítulo aparte porque viene con gimnasio incluido. Además, el combo se completa con un entrenador musculoso que disfruta con mi sufrimiento en la cinta: parezco un hámster corriendo sobre una rueda. Y para colmo, el lugar está lleno de chiquilinas con cuerpos esculturales y calzas adheridas a las piernas… Francamente, creo que van a lucir sus pancitas chatas y a hacernos sentir miserables a nosotras, las gorditas.

Pero sudar en la bicicleta fija al lado de una modelo que transpiraba perfume francés no fue tan grave. Lo peor fue llenar la planilla de inscripción. Para mi sorpresa, el instituto no sólo me exigió un certificado de aptitud física sino también, la revelación de información privada a través de un formulario obligatorio repleto de preguntas ridículas como el estado civil. Punto neurálgico en mi vida pasada, presente y futura.

Suelo presentarme como Juana, treintañera, divorciada. Pero no es verdad. Lo digo para evitar una historia de mala suerte... O para eludir las memorias amargas del acontecimiento que me devolvió la soltería.

En verdad, soy soltera, pero no miento cuando digo que alguna vez me casé… Y no enviudé… Aunque confieso que eso podría haber sucedido porque una furia asesina se apoderó de mí en aquella época... Por suerte, la controlé.

Es que hace tiempo estuve de novia, comprometida más tarde y casada después. Hubo firmas en el registro civil con una andanada de arroz a la salida. Hubo iglesia con caminata hacia el altar al son del Ave María. Hubo fiesta con vals, carioca, ramo y torta. Pero mi matrimonio fue anulado.

Al retorno de la luna de miel, una mujer se presentó en mi casa al grito de: “Sacrilegio”. “Bigamia”. También lanzó unos cuantos insultos y una única verdad: mi cónyuge se había casado primero con ella en Perú.

Conclusión: mi matrimonio nunca existió. Para coronarme como la reina de la desgracia, el fotógrafo me entregó el álbum que inmortalizaba el ilegítimo acontecimiento el mismo día que declararon nulo el casamiento.

En fin, digo divorciada cada vez que preguntan por mi estado civil sólo para evitar recuerdos dolorosos... Aunque -pensándolo bien- hace tiempo que ya no duelen tanto. Escuché alguna vez que: “Tragedia + tiempo = comedia”. Me gusta esa moción y empecé a tenerla en cuenta en el mismo momento de llenar el maldito formulario del gimnasio. Completé: “Estado Civil: ni comprometida, ni casada, ni siquiera divorciada”.

Entregué los papeles y me dediqué al ejercicio sin pensar en vivencias pasadas. Después de todo, estaba más interesada en las vivencias futuras con el doctor Juan Ignacio...



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